martes, 18 de marzo de 2014

Hasta la pr{oxima vez

Las luces se detienen, la música cambia de repente. El reflector azul cae sobre mi cuerpo sudando, me bajo la mano escurriendo hasta la cintura, mi calzón es tan diminuto que mis nalgas se ven enormes, mi sexo cuelga. Me embarro el sudor por todas las nalgas y piernas. Doy un brinco de la barra y caigo de pie, miro alrededor. Todos están mirándome, los invito a tocarme.

Unos se ponen de pie y se acercan, camino entre algunos recibiendo nalgas y toqueteos obscenos; dos se me ponen en frene, me bloquean el paso, al dar en reversa, todos están demasiado cerca de mí. Les bailo, dejo que me toquen, que me aprieten, sus manos se resbalan con el sudor de mis caderas. Me jalonean, me estiran la tanga hasta romperla. Me lastiman.

Esto ya no es tan divertido, me arrinconan cargándome, sobre una bocina me empinan, empiezan a nalguearme. Entonces cuando estaba temblando de miedo, una mano los detiene y noté primero tu cara de curiosidad morbosa, y luego, tu introversión y luego un susto. ¡Qué haces ahí! Me jaló tan fuerte que de un golpe caí en sus brazos.

Me sacó corriendo hasta el baño, donde el gerente del lugarcillo nos llevó al cuarto trasero, me dijiste “¿estás bien?”. Estaba bien, sólo que a veces se les pasaba la mano con el alcohol y a mí con lo coqueto. A veces les enseñaba tanto culo y a veces les dejaba que me chuparan la verga. ¿Tú que haces aquí? No podía ponerme calzones, ya que traía una erección bien puesta.

Gracias por salvarme; te debo una. Una hora de fantasías en mi cabeza, una noche de placer correspondido, una botella, un poema al aire y una chaqueta. Es lo justo, es lo mínimo. Todavía me sacaste del lugar abrazando, para que todos supieran que estaba contigo. Salimos entre rechiflas, botellazos y mentadas de madre.

Te llevo a casa, te dije, en un taxi. No gracias, prefiero primero dejarte en un lugar seguro, dijiste, te veías conmocionado. A la derecha y luego derecho, hasta el semáforo, tome la avenida y luego siga derecho. Por eso, vamos a tu casa, ahí me sentiría seguro. Tenemos prisa, por favor acelere.

Me ruboriza pensar en hasta donde he llegado por ni tocarte un pelo, todo siempre me lo imagino y me enveneno, se me escurre las ganas por el cuello y luego nada; el olvido. Y luego de la nada apareces como si nada, como príncipe y me enredo, actúo inmaduro y me cohíbo. Abre la puerta con cuidado, verifica su hay alguien.

Enciende la luz en sigilo, deja las llaves con cuidado y me dice “pasa”; acaricia al gato, me sonríe. Me tiro en el sillón y al sentarme me arde la piel de la cintura, santo quemón que me dejo la tanga. Se acerca a verme y me ofrece árnica. ¡Úntamela, pues! No seas malo que a mí arde. Se calienta las manos con el vaho y me frota. Me quita la playera y me desabrocho el pantalón. Me frota la espalda, media nalga y se eriza hasta el ser.

Dame un beso, que también me arde la boca, que también me anda por coger. Cogerte entre mis piernas y abrazarte contra mí, sentir tus manos sostenerme es lo que quiero hacer. Se te cae la baba al verme, te entorpece mi piel, te excita mis gestos, te ruboriza mi olor. Tú también quieres poseerme, lo sé. Pero tocan el claxon, es la puerta del zaguán, es Él.


Me ofrece una cobija y se pone de pie. Anda a tiende la puerta que ya fue; me subo el pantalón, me pongo de pie, busco el baño, cierro la puerta, me mojo la cara, me miro al espejo. Al salir, me encuentro besándole, con todas tus ganas, con todo placer. Me despido, hasta la próxima vez. 

viernes, 30 de noviembre de 2012

Poesía y murmullos

Si tuvieses la elocuencia necesaria, ella se enamoraría. Bastaría un verso, una sola frase ocurrente que desate un tsunami de carcajadas. Pero ella no ríe mucho. Ni tú. Son dos tipos serios que se miran a lo lejos, a kilómetros de distancia en la mente y a medio metro en el cuerpo. Menos. Sentados lado a lado, sus codos casi se tocan. Alrededor de ustedes otras personas se sientan alrededor de la mesa, como torres y murallas que la protegen. En algún lado la habrás visto. No es muy guapa, tiene la frente muy amplia, pero lo disimula con un fleco y unos lentes de armazón grueso y poco aumento, su nariz se tuerce un poco. Sin embargo, sus ojos tienen una fuerza oscura y fría, no se ríen. Apenas y su boca se tuerce un poco ante el comentario gracioso del chico gordo que los mira de frente.

(Un día seré poeta y escribiré sobre este día  Seré poeta y hablaré sobre mañana. Poesía y murmuros sobre el ayer y mi vida. Mis escritos no hablaran de nada. Hablaran de mi. Siempre hablaran de mi, o lo que es lo mismo: de ti, porque en un momento no se podrá hablar de uno sin hablar del otro.)

En el escenario una chica toca el saxofón acompañado por un contrabajo, una guitarra y un teclado. El baterista los observa desde la puerta del sanitario. Se escucha la voz de un tipo que nunca habla. Le dice algo a la chica. Le pregunta su nombre. Cuando responde, la banda vuelve al tema y no alcanzas a escuchar.  El mesero llega con una charola llena de bebidas alcohólicas. ¿Porque sigues viniendo a estos lugares si tu no tomas? El chico gordo mira fijamente a la mujer. No es la única: tres personas mas allá otra chica se besa con un tipo que bien podría ser su novio. Sirven la primer ronda de bebidas.

(Una vez vine aquí con una chica que me gustaba. Nos sentamos en aquella mesa. Escuchábamos a otra banda. Besaba bien. Sobre todo al final, cuando le urgía quedarse para no perderme al cruzar la puerta. Qué fue exactamente lo que ocurrió.)

Sirven la segunda ronda de bebidas. El silencio incomodo que se daba a ratos en la mesa se comienza a disipar. El alcohol une a la gente desde los tiempos ancestrales. La chica mira a un tipo que esta en un extremo de la mesa, le sonríe. Al menos ahora sabes que conserva esa habilidad, pero sólo la usa a conveniencia. Miras tu mano, distraído. Platicas ocasionalmente con el amigo que te invitó. La chica de la banda ahora canta un tema viejo. Te ofrecen una copa de alcohol. Uno tiene que probar de todo en la vida.

(El alcohol es malo: causa daños irreversibles en tu cerebro. El alcohol aumenta tu esperanza de vida. El alcohol es vida. Los ebrios siempre dicen la verdad, la verdad es buena, entonces el alcohol es bueno).

Sirven la tercera ronda. Cuando dejas de ver a la banda, notas el cambio en la mesa. Todos ríen. La chica que te gusta platica con un tipo y lanza unas carcajadas gigantes. Enormes. Tsunamis. La chica de la banda baja del escenario. El publico aplaude. Comienza a sonar música de fondo, grabada. Baja del escenario y se sienta a la mesa con un chico. Le da un pequeño beso en los labios.

(Si supieras lo que pienso hermano, seguramente me odiarías.)

-No me imagino qué escribes en esa libreta.- Dice. Batalla para articular las palabras.
-Yo tampoco.
Ríe. Contigo.
-Me gustas.- Confiesa, ebria. Tu no has tomado suficiente como para perder la cordura. A ella se le nota el alcohol corriendo por las venas. Los ebrios siempre dicen la verdad. Ella es guapa, pero no te atrae, le falta actitud. Tiene el cabello rojo, y todo el semblante putil que hace falta para que una chica no te atraiga. La chica que te gusta se besa con un hombre, justo a tu lado. Te paras. Es tarde. Te faltó elocuencia y un poco de alcohol en la mirada.

(Esa chica es una poesía fugaz. Se cierra, se guarda en el estante, se piensa dos o diez veces y se olvida.)

sábado, 24 de noviembre de 2012

Hora de la merienda.


Tan sólo mira a aquel niño, tan gordo que no se puede saber dónde le acaba la cara y dónde le inicia la panza, tiene qué caminar dando pasos de pingüino mientras busca a su mamá, más gorda aún, mujer ruín, despreciable, asquerosa, jamón andante, qué buen trabajo ha hecho, la grasita siempre es lo más bueno, o aquel, ya se le alcanzan a ver los huesos, pero mírale el color de las mejillas, qué color, qué brillo en el pelo, sano como una verdurita, con un poco de sal seguro queda...

¿Pero por qué pones esa cara? ¿Acaso dije algo malo? ¡Pero bueno, creo que no te había observado bien! Estos lentes se me ensucian a veces, yo ni me doy cuenta, me juegan trucos, ¿Sabes? Tú eres sólo una pequeña, una niñita, no me lo tomes a mal, me gusta hacer bromas. No lo entenderías, eres tan joven, tan tiernita, piel canela, panecito en dulce, bizcochito, ven, no temas, no te me pongas nerviosa, vamos a mi cocina, habrá que poner a hervir el agua, vamos a hacer un té...

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Sin miedo

Yo ya para esos días y más especifico ese día en el que amanecí en este cuarto blanco, blanco de todo a todo, sin saber que había pasado, ya había dejado de creer en cualquier cosa posible; mi mamá que era curandera -curandera de las buenas, de las del mercado República no de las falsas y caras del mercado Revolución-, me había ya ahuyentado desde hacía muchos años todos los males, y de paso también bienes, porque quesque según ella hasta lo bueno no era tan bueno.

Y pues esa es la razón de mi no-creer; desde hacía años que yo ya vivía sin miedo y sin fe, por un lado riéndome a carcajadas de los otros por su insistente miedo al todo, y a la nada, y por el otro reprochando todo lo bendito y sagrado, aunque de eso no tiene la culpa mi mamá, que sólo era curandera y que muy aparte de sus hierbas, pociones y huevos era asidua de ir a misa todos los domingos y hasta poner a sus santos de cabeza.
Ese desentendimiento de fe, o lo que sea que fuere, fue provocado por mi tío, hermano de mi mamá la curandera, mi tío era fanático de Freud y siempre me decía que mi mamá mas que curandera estaba loca, y que sus hierbas y su san Juditas para nada servían y sólo la llevarían a la ruina, y a mí me iba a llevar entre las patas, en cambio Freud, Socrates, Hegel y Aristoteles con sus cientos de teorías que él llamaba verdades eran lo que nos iba a sacar de este pueblo y darnos una mejor vida, -Esos si eran buenos- decía.

Y pues así crecí, sin miedo, sin fe y también de paso sin existencia gracias a todos esos tipos con apellido raro que leía mi tío. Con todo su sexo, cuestiones y cavernas que sólo me revolvía más la cabeza y también el estomago. Pero como yo sólo tenia a mi mamá la curandera y a mi tío el fanático de Kant -porque también cabe aclarar que sólo era fanático, nunca estudio a ciencia cierta todo lo saco de su tío José (según mi mamá la curandera)-, y entonces como sólo los tenía a ellos pues no tenía más que decir que sí a todas sus frases trilladas.

Entonces fue cuando cumplí dieciséis cuando de plano me harté de todo, me harté de mi mamá y sus jabones curativos, me harté de mi tío y su Descartes, me harté de todo y me fui con una mano adelante y la otra atrás, sin nada; aunque peor que muchos porque nunca tenia ni miedo, ni fe, ni respeto por nada ni nadie.

Entonces un día desperté acá, en ese cuarto blanco, blanco de todo a todo, de aquí pa'allá y de allá pa'acá; las mujeres y hombres grises que acá están nunca hablan, sólo murmuran, no son como mi mamá la curandera ni como me tío el... pues mi tío. Acá sólo duermo, como, y me limpio, allá sólo decía que sí para que no se enojaran conmigo, acá hay mujeres grises con uñas rojas que duermen a uno como bebé entre sus brazos, y hombres grises que hablan con uno sin parar creando mundos en sus pequeñas anotaderas sonriendo con cada pendejada que suelta uno, allá mi mamá cura a la gente con sus rezos y bailes, mi tío lee lee, maldice y maldice.

Como los extraño, a mi mamá la curandera y a mí tío el fanático platónico.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Las Brujas (Tres Microcuentos Diferentes De Lo Mismo)



1


bruja.

4. col. Mujer de malas intenciones. (WordReference)


Hazlo, hazlo ahora. Tienes poco tiempo. Antes de que vea lo que haces. Lo haces por tu hijo. Asi como lo hiciste por Jasón. Matar es bueno, si es con buenas intenciones. Hazlo rápido. Pon un poco de veneno, un poco de muerte en el vino. Que la fiesta se haga llanto. Que el llanto se haga triunfo. Rápido Medea. Hazlo rápido antes de que Teseo vuelva y sepa lo que haces. Invoca a los dioses. Ninfas, madre, retrasen a Teseo, que no venga antes de que el veneno quede listo. Titanes, abuelo, que esto funcione, que vuestro subdito Medo, mi hijo, sea el que suba al trono y no el bastardo de Teseo. Que muera. Que muera Teseo. Que sufra en el Hades eternamente, que los espiritus carcoman su alma. Que pague. Que pague todo lo que ha hecho, y lo que hará. Haganlo que muera, utilicen a su sierva. Hazlo. Hazlo rápido Medea. Teseo debe morir.
     


2


bruja. 

  1. f. Mujer que, según la opinión vulgar, tiene pacto con el diablo y, por ello, poderes extraordinarios. (RAE)


Los cinco hombres fornidos comentaron al día siguiente que necesitaron de toda su fuerza para atarla al poste y, además, unos mecates tan gruesos como el brazo de un niño y con un nudo imposible de deshacer. Cuando estuvo bien sujeta, el hijo pequeño de alguno de ellos acercó, con miedo, la antorcha a las ramas secas que se amontonaban a los pies de la mujer. 
-Serás el siguiente, niño.- Amenazó la mujer, pero su voz se perdió entre el clamor de los pueblerinos, que pedían a gritos muerte, y su cara amenazante se difumino entre el humo. El fuego lamió con delicadeza la madera, y la piel blanca de la mujer.

Se sospechó mucho tiempo del hombre que hizo el nudo. Se dijo que estaba enamorado de la mujer, o que ésta lo había embrujado al haberse puesto en contacto directo con sus manos y muñecas. Esto, claro, era mentira. El nudo fue perfectamente hecho, y , en realidad, permaneció fuertemente atado al poste aún mientras este, vacío, ardía salvajemente  y la gente miraba incrédula la figura femenina envuelta en llamas que se adentraba en el bosque y se perdía para siempre con el niño inconsciente bajo el brazo.



3

bruja.

4. f. coloq. Mujer fea y vieja. (RAE)


-!Corran! !Ahí viene la bruja!- Gritan los niños y echan a correr calle abajo, aterrados. 

La viejecilla agacha la mirada, triste. Camina encorvada; la edad no le permite hacerlo de otra manera. Recorre todo su trayecto en silencio, mirando el suelo, despacio, tratando de no atorarse con los adoquines cansados. Entra en una tienda, escoge lo que fue a buscar. El muchacho que atiende la mira con cierto recelo, su mirada se queda fija en la mejilla de la anciana, y hace una mueca de asco.

-Son veinte pesos.

La mujer, demora en abrir su monedero. Cuenta las monedas con lentitud, no alcanza a ver el número acuñado en ellas.

-Apúrele señora, no tengo todo el día.

Paga. Al cruzar una calle, un coche le pita y pasa a toda prisa a su lado, esquivandola apenas. Se escucha una grosería.

-!Vieja estúpida! !Quédese en su casa!

Se detiene frente a un aparador. Mira su reflejo. La cicatriz le surca toda una mejilla y le cierra un ojo. Se la recorre con los dedos. Áspera la piel, tumultoso el relieve. Mira el paquete que tiene en las manos y comienza a caminar.

-Mamá. ¿Porque esa señora es tan vieja y fea?- Pregunta una niña que pasa al lado de la anciana, tomada de la mano de su madre.

Llega. Abre el portón con trabajo. Unos metros mas allá la puerta de la casa se abre. Sale un niño pequeño corriendo.

-!Abuela!- El niño le llega hasta arriba del ombligo. La abraza, restriega su pequeña cara en el vestido desgastado. Ella se agacha lentamente y él le da un beso húmedo en la mejilla.-¡Te extrañé¡¿A dónde fuiste?

-Te he traído ésto- Extiende su mano y le da al niño un pequeño avión de madera. 

-!Gracias abuela, eres la mejor!

-No tardes mucho. La cena estará lista en un unos minutos-. Dice, adentrándose a la casa y sonriendo mientras el niño hace con la boca un ruido de motor y alza el avión por encima de su cabeza.




Alejandro Govea

domingo, 7 de octubre de 2012

La Tela Roja

“La conmiseración con los animales está íntimamente unida con la bondad de carácter, de manera que se puede afirmar que quien es cruel con los animales, no puede ser buena persona” 
Schopenhauer
...

El siguiente texto es un performance elaborado y conceptualizado por una mujer muy talentosa, su nombre es Viridiana Urias. El performance ha sido presentado en la "Segunda Lectura entre Creadores y Letreros de Clóset" en el auditorio de la CCSyH (San Luis Potosí), en la tertulia del VI Coloquio Efraín Huerta en el Cabaret Voltaire (Guanajuato), en el II Slam Nacional de Poesía de la REdNELL (Querétaro) y en la Plaza del Carmen (San Luis Potosí) con Abraham Hernández como Andrés.


La Tela Roja
a Lilí 



Personajes: 
  • Andrés: Viste de negro, tiene la boca atada con cinta. 
  • Un asesino: Altanero, elegantemente vestido. 

[Sentado, con las piernas cruzadas, está Andrés casi en la obscuridad. Se escucha voz en off] 

Voz en off de Andrés: Les voy a contar un sueño que he tenido desde hace quince días, más bien, es una pesadilla que está por cumplirse; hoy soñé con la tela que me acaricia después del sonido de las trompetas... la sentí tersa, fría y hasta pude recordar su olor a flores muertas. Es una tela roja que roza las heridas de mi piel cuando la luz del sol me ciega, sé que pronto llegará a mí de nuevo, por eso hoy, tengo más miedo y no quisiera salir de esta obscuridad, entrar de nuevo sería sólo para ahogarme en dolor y gritos… Si al menos pudiera encontrar algo con qué matarme no dudaría en hacerlo, pero aquí no hay nada, nada más que el olor de mi sangre. 

[Andrés se para con dificultad] 

Llevo encerrado casi dos semanas, dos semanas en las que no he visto la luz, ni he comido. Sólo tomé el agua que me dieron, pero me hizo mucho daño, me desgarró el estómago, no he dejado de cagar sangre… tengo tanta sed, ya no se qué me da más miedo; si tomar el agua o salir de aquí. [Camina en círculos, se cubre los ojos] Desde que me quemaron los pies y los ojos con ese líquido asqueroso no he podido estar quieto, ni soportar esta ansiedad, y es que, no logro comprender el por qué de todo esto. Al llegar aquí me ataron de pies y manos para ponerme un saco de arena sobre el cuello durante horas, eso me dejó tan cansado que no pude hacer nada cuando me tiraron al suelo para darme esos golpes tan fuertes que no pude siquiera respirar… ¿Te han pegado así?... 

[Se detiene, mira al público] 

Ah, casi se me olvida; eso lo hacen sólo para comenzar todo, para atacarme débil y confundido, y que no pueda hacer nada cuando me clavan eso en el cuello… Quisiera defenderme, pero tengo miedo, dicen que a los que lo hacen, los dejan encerrados hasta que se mueran de dolor, como si fuera un castigo luchar por la vida. Ellos nos crearon fama de que debemos morir, por eso todos ustedes dicen que tenemos sangre de asesinos y que somos peligrosos. 

[Andrés llora, se escucha gente llegar], sí, mis ojos lloran, y es por ese asqueroso ácido que derramaron sobre ellos; me dejó casi ciego… pero todavía escucho perfectamente, sé que aquel ruido de fuera evoca mi muerte. [Suenan trompetas, sonido de puertas abriéndose. Luz del cenital sobre Andrés. Él se cubre los ojos.] 

Voz en off de Andrés: Se abren las puertas y cierro los ojos antes de divisar entre las luces de ámbar, ondear a la tela roja que huele a flores muertas, antes de desear que ustedes no hubiesen venido aquí. [Suenan más trompetas, Andrés intenta mirar, está cegado y confundido] Y sí, aquí están de nuevo todos ustedes... vinieron a burlarse de mí, ¿vinieron a ver cómo me humilla él?, ¿por qué lo hacen?... Este sufrimiento es real, no se puede esconder siquiera bajo la belleza de aquella tela… ¿Quieren saciar su sed de sangre? ¡Miren lo que me hicieron ayer!... 

[Pausa. Andrés a espaldas. Se quita la camisa y deja ver su piel llena de sangre. De frente] 

¿Esto es lo que les gusta ver? ¡Pues es lo que menos duele!, ¿quieren saber qué duele?; duele saber que mi hijo pronto llegará a este asqueroso mundo, duele saber que sufrirá igual que yo, o quizás más, me duele pensar que también con él se divertirán desgarrando su cuerpo en un juego absurdo de cuchillazos. 

[Entra el asesino con banderillas y una tela roja, camina alrededor de Andrés] 

Voz en off de Andrés: (al asesino) –Hijo de puta, quién te crees acechándome, ¡como si pudiera defenderme después de todo lo que me han hecho!… (el asesino pasa la tela por la cara de Andrés, le clava una banderilla en el cuello) ya estoy perdiendo el control de mis movimientos. (Gritando) ¡Deja de clavar esos ganchos en las mismas heridas! ¡Deja esa tela roja! 

Voz en off de Andrés: ¿Y ustedes por qué siguen aquí?, ¡Que no ven que está matándome! ¿Por qué no se van?, ¿acaso les gusta ver esta escena tan humillante?... [Pausa, convencido] Claro… les gusta, lo puedo ver en sus caras, es como si el reflejo de mi sangre se fuese inyectando en sus ojos… Siendo tantos, podrían ayudarme, pero no hacen más que aplaudir a un asesino cobarde que se pavonea de mi miedo hacia él… (Resignado), ¡Y cómo no se lo voy a tener! [Pausa] Yo me rindo, y me gustaría hacerlo viéndole a los ojos, pero ya no puedo levantar la cabeza; el hijo de puta me destruyó el cuello. 

[El asesino saca una pequeña espada]

Voz en off de Andrés: –Lo que está en su mano… ¿qué es?, ¿una espada?, ¿me vas matar al fin?... [el asesino clava la espada en el pecho de Andrés] Cuidado, ¡no!… ahí no está el corazón, me estás perforando los pulmones, pendejo, no puedo respirar…. 

Voz en off de Andrés: (al asesino) –Espero que algún día dejes de matarnos, de torturarnos… casi todos nosotros morimos ahogados en nuestra sangre… espero que no mueran así mis hijos, espero que no mueran así los tuyos… Espero… espero mi muerte… [El asesino cubre el cuerpo de Andrés con la tela roja] 

Voz en off de Andrés: –Veo la tela de nuevo, es líquida, está dentro de mis ojos… cae de mi cielo. [Baja el telón].